Tormentas de verano
«Dichoso el que tiene en ti su fortaleza, que sólo piensa en recorrer tus sendas. Cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales; también las lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle». Salmo 84:5-6
Las tormentas de verano tienen esa característica de formarse de manera repentina sin avisar. Su ciclo dura aproximadamente entre 30 minutos o 1 hora. Estas borrascas se producen debido a las altas temperaturas que calientan el sol, el aire y el ambiente. Seguro que, en más de una ocasión, habrás estado en algún lugar en pleno verano y de pronto, sientes que, en apenas unos minutos, el cielo comienza a llenarse de nubes oscuras, y un fuerte viento comienza a soplar avisándonos que llega una tormenta de verano. Cuando habías planificado bien tu día y tenías un buen plan para esa ocasión, una tormenta de este calibre puede estropear tus planes y arruinarte ese bonito momento.
El versículo de hoy hace referencia a un peregrino que se dirige al templo de Dios a buscar de su presencia, pero en ese viaje, encuentra algo inesperado: el valle de lágrimas ¿Qué puede ser el valle de lágrimas? Precisamente una tormenta de verano inesperada. Has planificado bien tu día, estás gozoso, estás conectado a la presencia de Dios, pero algo se interpone en tu camino; una mala noticia, una discusión o un recuerdo. Las tormentas de verano llegan de manera inesperada, pero tienen un ciclo, no nacen de la nada, siempre hay algo que las provoca: las fuertes temperaturas. En ocasiones, damos lugar al diablo y comenzamos a permitir que suba la temperatura de un pensamiento, de una discusión, de una preocupación, dando paso a una tormenta.
Tenemos que orar al Espíritu Santo para que Él nos dé paz a la hora de enfrentar esas tormentas repentinas que llegan a nuestra vida. En ocasiones, permitimos que cualquier estupidez robe nuestro descanso y nos desaliente. Cuando llegue esa tormenta, no la alimentes, no propicies que suba la temperatura del ambiente y que desate toda su fuerza con violencia sobre ti, sino aférrate al Señor, búscalo y mantén tu calma.
Observa lo que dice el pasaje acerca de aquellos que tienen su confianza depositada en el Señor: son dichosos, es decir, felices. Confiar en el Señor es un estado de plenitud absoluto. Mientras caminamos por el sendero de la vida, es inevitable atravesar en ocasiones el valle de lágrimas. Llega un momento en el que todo se tuerce, el cielo se oscurece y no vemos salida. Veíamos el sol brillando sobre nuestra vida y, repentinamente, una fuerte oscuridad nos rodea. Sin embargo, en este pasaje, el salmista nos muestra algo irracional para nosotros; el valle de lágrimas puede ser transformado en un manantial. Es decir, cada lágrima es cambiada por una lluvia de bendiciones sobre ti.
Que esa tormenta no robe tu descanso, sino que, por el contrario, se convierta en un manantial de aguas de bendición sobre tu vida y sobre tu casa. Caminarás por el desierto, pero Dios te proveerá de estanques de agua fresca. Si te dispones a ir en busca de su presencia, a ser como ese peregrino que transita un largo camino para llegar al Templo de Dios con toda tu confianza y esperanza depositada en Él, puedes estar tranquilo, su lluvia llenará los estanques.
Oración: Amado Dios, que ninguna tormenta robe mi paz y mi seguridad en ti. Que al pasar el valle de lágrimas, me sostengas y transformes cada lágrima en lluvia de bendición para mi vida. Confío plenamente en ti, que llenes todo mi ser, y encuentre en tu presencia el descanso y la paz que necesito, Amén.
Autor: Pr. Samuel Escobar